jueves, 9 de octubre de 2014

Enero con cara de Octubre.

¿Que si lo extraño? A veces.

A veces me acuerdo de sus modos y sus formas; de su color, olor y su mirada. A veces me acuerdo de todo, a veces todo se me olvida.

Es curioso.

Cuando recorro el pasillo, ese pasillo enorme de mi casa que da hacia la calle, camino de a poquito, con ese sentimiento extraño; como si fuera uno de esos días de Enero en los que parecía volar por aquel caminito, peinando con mis dedos mi cabello de uva recién teñido, lavado y arreglado. Días en los que los nervios mezclados con emoción, comían algo en el pecho junto con esos mil gatitos en mi barriga; aquel sentir extraño de verlo del otro lado al abrir la puerta, hermoso y sonriendo. Esa sonrisa con la que no pude, con la que no puedo y nunca podré, supongo.

Domingos, Martes.
Quién abrió la puerta antes?


Que si lo extraño? Creo.
Creo igual haberle brincado encima unas mil veces con un enorme abrazo, así, como la buena loca que soy.
Brusca es mi apellido y no, no lo puedo controlar.

Creo que recuerdo aquel primer besillo.
Y el segundo.
Y el tercero...
El muchacho tiene su encanto y hasta el gato más arisco lo puede ver, lástima que él no lo haga tan fácil.

Gatito, mi gato chiqueon con cara de pato, Alcalde te llevó y no te ha regresado. 

Ay bueno, si!! Ya ya, pues! Lo extraño, si!
Pero así, poquito, no mucho.
Ya qué me queda?

Extraño encontrarlo bajo el árbol de la esquina por las tardes, extraño verlo vanidosito frente a mi espejo, peinando sus largos cabellos, extraño su voz serena hablandome de todo y de nada.
Allá iban las palabras, música, guitarras, viajes, amigos y bandas en común. Perdón, pero a nadie le gusta To Mera y Sigur Ros al mismo tiempo, nadie tiene entre su música habitual a mi banda favorita así nada más por que si y encima, carga con una de mis ediciones favoritas de ellos.

Confieso por igual que extraño tirarme a un ladito suyo, con su brazo de almohada, la forma más cómoda de quedarse dormida mientras mi cabello nos dejaba un poquito pintados.

Extraño que me abrace y cierre mis ojitos, extraño estar así, sin decir nada y estar ahí, no más; existiendo, como si no tuviera que irse, como si éstas cosas nunca se acabaran, como si la noche no cayera en azul.

Extraño al extraño, al conocido desconocido, al que vino y yo ya no sé!
Qué pasó?
Se fue por el pasillo.